Editorial

Son éstos, días difíciles para Colombia, pero más aún, lo son para millones de personas que derivan su sustento de las ventas ambulantes, del rebusque, o del comercio formal, porque necesitan generar recursos para cada día, para llevar el pan a casa y para levantar los hijos que están cursando sus estudios.

Pero nos hemos encontrado con uno de los momentos más duros en la historia del país porque no sólo ha sido difícil trabajar, para mantener empresas en funcionamiento, sino que además ha sido toda una odisea trasladarnos de un lugar a otro por las movilizaciones, las marchas, los bloqueos y el famoso paro nacional.

Al principio todo parecía claro, era protestar por el abuso de poder de un gobierno que pese a una economía familiar marchita por la pandemia pretendía gravar con IVA los productos de la canasta familiar, pero después que se hundió la iniciativa y renunció el ministro, todo se tornó confuso porque a pesar que desapareció la causa original de la primavera colombiana (levantarse contra el estado) el paro se declaró indefinido con cientos de promotores y de peticiones.

A veces ni el propio gobierno sabía con quien hablar y a qué comprometerse, (no estoy justificando al ejecutivo) pero esa avalancha de solicitudes ni siquiera se podría atender en una Asamblea Constituyente. Así las cosas, iba quedando claro que todo lo que argumentaba el comité del paro era una excusa, para justificar el inicio de manera temprana de una campaña presidencial.

Fueron varias las hipótesis del por qué tanta violencia, destrucción y vandalismo, que lograron tender un manto de duda y mancharon la legitimidad de miles de personas que marchan con todo el derecho para protestar contra el Estado, el gobierno, si se quiere, en forma pacífica. Así que es importante tener claro que por un lado está la protesta pacífica que ha sido contundente y por otro muy distinto los que han querido capitalizar el movimiento para sus intereses a través de la violencia.

Así que poco a poco se van conociendo las razones de este debacle en el que entró el país. Y es aquí donde cobra vigencia la frase popular de “en río revuelto, ganancia de pescadores”. Son varios los actores que de una u otra manera se ven beneficiados con esta nueva manera de hacer política que tiene como propósito desestabilizar un gobierno y mover un sentimiento en contra de unos actores políticos para sacarlos del poder.

En todo esto el gran perdedor es el ciudadano que no consigue comida por el desabastecimiento, medicina, ambulancias, oxigeno, obligado a dar largas y eternas caminatas porque no se consigue transporte para ir a trabajar o regresar a casa por los bloqueos; todo por cuenta del egoísmo de unos cuantos que están pensando en cómo ganar las próximas elecciones.

Aquí cada uno tendrá que responder ante Dios por sus actos mezquinos que los ha llevado a tomar decisiones, afectando a los demás, olvidando uno de los mandamientos más importantes consignados en la Palabra de Dios en Mateo 22:36-39 “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Pero no se trata de culpar a un solo grupo de  personas de estar haciendo política con el paro, sino que  hay otros responsables, como los candidatos que se alimentan de la anarquía, el caos y del descontento de la gente. También han influido los grupos delincuenciales que aprovechan el desorden para robar y saquear. Igualmente los grupos de pandilleros, de extranjeros que bloquean y montan retenes para cobrar por el paso de personas y vehículos. Otro actor y quizás el más poderoso, es el narcotráfico que financia campañas y células guerrilleras urbanas para pagar 70 mil pesos a quienes estén comprometidos con el vandalismo.

Bien lo dice la palabra en 1 Timoteo 6:10-11 “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”.

Por: John Didier Rodríguez Marín

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