Editorial.

El éxito es algo con lo que todos soñamos y queremos abrazar, pero lo que no todos reconocen es que éste, en la mayoría de los casos, es un estado producto de procesos que se inician en nuestra mente y que debemos llevar a la práctica a través de la perseverancia, los hábitos y la disciplina.

El primer paso es tener una mente fuerte, limpia de las ideas negativas, que nos limitan, que nos llevan a pensar que no vamos a ser capaces y por el contrario echar mano de todo lo que nos fortalezca frente a las adversidades o dificultades que se puedan presentar en el camino hacia la meta que nos hemos trazado.

Es por ello que la Palabra de Dios debe ser nuestro manual de vida, nuestra carta de navegación, la que cada día nos va a señalar el camino porque en ella encontramos el contenido que debe tener nuestra mente, las palabras que nos fortalecen como lo dice Filipenses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, el mismo salmo 23:1 señala que “Jehová es mi pastor; nada me faltará”.

Y así sucesivamente, leyendo la Biblia, encontraremos el alimento que se requiere para avanzar hacia el éxito, que no es otra cosa,  que experimentemos la presencia de Dios, esa paz que sobrepasa todo entendimiento.

La vida nos ha mostrado que el dinero, aunque es útil, no hace feliz al individuo. Para quienes tenemos comunión con el todopoderoso sabemos que logramos experimentar un gozo que nos hace sentir plenos, factor clave para avanzar cada día.

Una vez tenemos una mente que sabe que Dios no hizo perdedores sino ganadores, es más fácil dar un segundo paso y este puede ser uno de los hábitos más importantes que podemos adoptar en nuestra vida y es la oración. En ese orden de ideas recordemos lo que escribió el apóstol Pablo en 1 de Tesalonicenses, 5:17 “Orad sin cesar”.

Esta disciplina de orar en todo tiempo, nos lleva a cultivar una fe que es fundamental para ver milagros y realizaciones en nuestra vida. Por eso Jesús dijo en Mateo 17:20 “porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: «Pásate de aquí allá», y se pasará; y nada os será imposible”.

Y un tercer paso para alcanzar el éxito es ser agradecidos, evitar al máximo estarnos quejando por nuestra situación porque siempre habrá personas en peores condiciones a las nuestras y evitar esa tendencia del ser humano de ver el vaso medio vacío, dejar de estar angustiados y preocupados por lo que no tenemos sino agradecidos por lo que Dios nos ha dado. Seguir el ejemplo de 1 de Tesalonicenses 5:18 “dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.

No es fácil adquirir un hábito, todo al principio va a ser difícil, pero una vez lo haga y después de un tiempo le hará falta y lo disfrutará. Y no olvides que si buscas a Dios en secreto, Él bendecirá tus esfuerzos en público. Las tormentas son temporales pero las promesas de Dios son eternas.

Por: John Didier Rodríguez Marín

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