Editorial. Columna de Opinión.
A raíz de la pandemia del Covid-19 hemos visto cómo se han incrementado los niveles de mendicidad, no sólo en los semáforos de las principales ciudades del país, donde era frecuente verlo, sino que ahora este fenómeno se ha extendido por cada uno de los barrios residenciales.
Y no es para menos, ante las dificultades que generó la parálisis de la actividad comercial, cierre de negocios, de empresas y de la producción como consecuencia de las medidas de aislamiento y de cuarentena, muchas de las personas que viven del rebusque tuvieron que cambiar la estrategia para salir a conseguir el pan de cada día.
Estamos ante una gran oportunidad de ganarnos el favor y la bendición de Dios ayudando a estas personas que pueden ser colombianas o extranjeras pero al fin y al cabo son personas. Por naturaleza el hombre es egoísta y poco nos gusta dar.
Pero debemos recordar que el Creador en su palabra nos invita a ser generosos con el que necesita. En Hechos 20:35 dice el Señor “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”.
Debemos reflexionar, si cuando han tocado en nuestra casa, realmente no tenemos que dar o es un temor que tiene relación con la inseguridad. Cualquiera que sea la razón, es claro que debemos crear estrategias para hacer que nuestro apoyo llegue a las personas que lo requieren.
Es cierto que muchas veces los niños son usados por redes de explotación y mendicidad, pero es ahí donde uno debe definir y escoger canales de ayuda que funcionan legalmente con organizaciones no gubernamentales y sin ánimo de lucro.
Pero también si uno ve una familia que deambula por las calles tocando puertas, es claro que allí hay una necesidad y es cuando el Señor nos dice en Lucas 6:30ª “A cualquiera que te pida, dale…”.
No podemos argumentar y buscar excusas para no ayudar, para no dar a un extraño y reconozcamos que hemos sido muy bendecidos al contar con alimento en casa y pensemos que podríamos ser nosotros o un familiar, que en un futuro esté en esa condición; y es cuando vamos a entender el valor de una ayuda oportuna.
Siempre es bueno preguntarnos ante una situación de una familia que toca a nuestra puerta, qué haría Jesucristo en ese momento, y sabemos que evidentemente no le negaría su ayuda. Así las cosas, es bueno tener algo de ropa, una libra de arroz, lentejas o cualquier otro alimento a la mano para cuando se ofrezca, teniendo en mente a Proverbios 19:17 que dice “A Dios presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.”
Quitemos de nuestra mente el tener como primera respuesta el no y abramos el espacio para sí doy, si ayudo, si facilito, si soy solidario, y creyendo en que este tipo de pensamiento permite construir una sociedad solidaria, altruista, y que se apoya mutuamente.
Hay frases populares que nos ayudarían a dejar claro el mensaje como los que dice “todos para uno y uno para todos”, otra dice “hoy por ti y mañana por mí”pero también hay pasajes bíblicos que nos centran en el punto del mensaje como Lucas 6:31 que dice “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”