Editorial. Columna de Opinión.

 Por: John Didier Rodríguez Marín                                                          

Esta semana el Congreso de las empresas más importantes de Colombia, agremiadas en la Asociación Nacional de Industriales, ANDI, abrió un espacio para conocer a los jóvenes emprendedores  que tiene hoy Colombia y que tomaron fuerza en el marco de la pandemia.

Asimismo con frecuencia hemos visto en los noticieros de televisión que han mostrado que la creatividad y el ingenio de muchos se han puesto a prueba en estos tiempos de encierro, de dificultades como el quedar desempleado, donde el individuo se debe abrir espacios impensables.

Viendo con detenimiento uno de esos casos me llamó la atención el de una pareja que con 50 mil pesos inició una empresa de diseño y textiles y hoy son dueños de una fábrica con más de cien empleados, así que no sólo resolvieron su situación sino que crearon las condiciones para dar trabajo a un centenar más.

Es por este tipo de experiencias que pienso muchas veces que la pobreza está en la mente de las personas. El querer salir adelante, en mi opinión, requiere de dos pasos, saber hacer algo con base en alguna formación y poner en las manos de Dios nuestros caminos así como lo expresa el salmo 143:8 b “Hazme saber el camino por donde ande, Porque a ti he elevado mi alma”.

El caso por ejemplo del atleta Antonny Zambrano que ahora, después de ser medalla de plata en los Olímpicos de Tokio, se ubica primero en el escalafón mundial de los 400 metros, demostró que su vida, sus caminos, sus proyectos están en las manos del Todopoderoso porque fue lo primero que nos enseñó una vez cruzó la línea de meta en Japón al ponerse de rodillas sobre la pista y levantar sus manos al cielo. Era el mismo ser que en sus inicios tuvo que correr descalzo, el que ahora puede caminar con los zapatos que él quiera.

Son muchos los momentos en que uno se puede sentir perdido, sin saber qué hacer.  Por ejemplo cuando una persona está a punto de graduarse pero requiere antes hacer una tesis, uno no sabe qué proyecto identificar y por dónde arrancar y la única manera de avanzar es empezando porque de esa forma estará más cerca de la meta, como lo expresa el señor en Éxodo 14:15  “Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen”.

Saber que la ayuda puede venir del cielo es fundamental, pero es mucho más clave hacer uso de esas herramientas. Creerlo. Pero para poderlo creer, debo tener una relación con el Creador, para que cuando piense que se me vino la noche, no se me olvide que pronto llegará la luz de un nuevo amanecer.  Los problemas pueden llevar a una persona a tomar decisiones equivocadas, como lo vimos está semana con el joven Diego Andrés Díaz, hijo del actor y político, Bruno Díaz, quien angustiado por las deudas con los bancos, atentó contra su propia vida.   

La diferencia entre un triunfador y un fracasado es que el ganador sabe para dónde va, persevera, insiste, no se da por vencido y pone sus proyectos en las manos de Dios para que sea él quien señale el camino.  Dios es bueno, lo hemos escuchado muchas veces, pero hay que pedir porque Él mismo lo expresa en su Palabra cuando dice “Pedid y se os dará“.

Colombia y el mundo, necesita de hombres y mujeres que estén decididos a confiar en el Señor, para así llegar a comportarse como un hijo de Dios y poder decir lo que expresa el Salmo 37:25 “Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan”.

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