Editorial de esta semana para Al Día Noticias. Noviembre 28 de 2021.
Por: John Didier Rodríguez Marín
Esta semana se cumplieron cinco años de la firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC y no se puede negar que hay una especie de frustración tanto de los desmovilizados como de algunos colombianos que soñaban que con ese acontecimiento, en efecto, el país podría experimentar la paz que por tantos años se había anhelado.
Pero son muchas las cosas que uno podría enumerar en este artículo y nos daría, incluso, para escribir un libro sobre los puntos negativos de este intento por alcanzar la paz con la firma de este documento entre organización alzada en armas y el Estado Colombiano.
Más allá de establecer responsabilidades y señalar quién se equivocó en la manera como se desarrolló el acuerdo, y del por qué las partes no ven los frutos esperados, tengo que decir que era algo absolutamente previsible porque sencillamente el único que puede dar la paz es Dios como lo expresa el versículo de Juan 14:24 “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da”.
La paz entre los hombres es una utopía, es una misión imposible. Siempre, mientras exista el hombre, habrá conflictos en la humanidad, es una característica inherente al ser humano, y más si ese ser está alejado de Dios, cumpliéndose el pasaje de Juan 15:5 que dice “porque separados de mí nada podéis hacer”.
Aquí se generaron expectativas con la creación de la Justicia Especial para la Paz, JEP, e incluso se dijo que la Corte Penal Internacional sería garante del proceso para que no haya impunidad sobre delitos de lesa humanidad. Y tanto la JEP como el Estatuto de Roma han puesto sus ojos en el proceso, proceso que hasta el momento no muestra ni verdad, ni reparación y mucho menos justicia.
Puede ser que a futuro todo funcione como se anunció con bombos y platillos y ocurra todo lo que se prometió para las partes, porque también hay que decir que los desmovilizados se quejan de los incumplimientos del gobierno, además de la serie de asesinatos que se han venido registrando.
La frustración pasa porque muchos colombianos pensamos que con desarticular la máquina de la muerte que representaba esa guerrilla, se iban a acabar las masacres, atentados a la fuerza pública, extorsiones, secuestros, incursiones a sangre y fuego y eso no ha pasado, sencillamente porque han aparecido otros actores, otros grupos, no sólo porque el narcotráfico es un excelente negocio que mueve grandes cantidades de dinero, sino porque a los jóvenes campesinos no se les ofrecen oportunidades de estudio y trabajo, y terminan absorbidos por ese sistema corrupto y violento que los recluta desde niños o adolescentes.
Sólo habrá paz cuando el Señor Jesucristo esté en el corazón de las personas. Es ahí cuando puede haber un individuo nuevo, dispuesto a ser un agente de paz, muy distinto a lo que la realidad nos está mostrando, una sociedad que cada vez está más de espaldas al Creador. Y también habrá paz cuando se cumpla el pasaje del salmo 85:10 que manifiesta que “La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron”, y por ahora, en este proceso ni lo uno ni lo otro.