Empieza diciembre, mi mes favorito del año. Una época en donde muchos ven el mundo con ojos de esperanza, amor y fe; somos más sentimentales, generosos y sintiendo al prójimo mas cercano.

Hoy quiero escribir una columna positiva, invitando a que todos aprovechemos esta época para reflexionar y proponernos ser mejores; se requiere que cada uno de nosotros haga parte del cambio y logremos que Colombia sea un país mejor.

Aprovecho estas líneas para hacer un homenaje a una de las personas que más admiro: mi hermano. Ojalá hubiese más Camilos Plazas en el mundo, sin duda todo sería mejor.

Quiero compartir con ustedes su reflexión sobre la película “Encanto”. Sería maravilloso que todos los candidatos, que pronto estarán en la recta final de la campaña, estén a la altura de lo que necesita el país, pensando en el bien común, uniéndonos para que todos rememos hacia el mismo lado. Que la generosidad, ética y empatía sean su guía y que en cada acción no olviden que existen muchos colombianos sin un plato de comida, niños sin colegio, maltratados, abusados y reclutados; jóvenes sin oportunidades, adultos sin empleo y adultos mayores olvidados.

Reflexiona mi hermano:

Hoy estoy en México y con mucha nostalgia decidí ir a ver Encanto. Sentí que verla acá me iba a generar algo diferente que si la veía en Bogotá.

Después de verla, se me infló mi corazón colombiano, que estaba muy desinflado. No llegó al máximo porque todavía hay heridas que no he podido curar o superar. Y creo que ese día, en el que mi corazón vuelva a estar que se reviente, será el día en que pase lo de la película.

Los colombianos no tenemos solo un don, Colombia está cimentada sobre miles de “dones”. El amor por la familia, la música, el baile, la arquitectura, las flores, la comida (no bien ponderada como se merece), la creatividad, la posición geográfica, la flora, la fauna, Santa Fe (perdón, era inevitable)… ¡Muchos!

Pero ese don no lo hemos utilizado bien. Pasa como en la película. No queremos ver el don que tenemos ni el que tienen los demás. Hoy somos un país Narciso.

Mi corazón volverá a estar inflado al máximo el día que hagamos lo que pasa al final de la película: Coger nuestra “casita” que hoy está llena de grietas, unirnos, abrazarnos y reconstruirla entre todos. Como en la película, todo el pueblo. No una parte del pueblo. ¡Todo!

Colombia tiene magia, pero no la vemos y tenemos que recuperarla para que todos la volvamos a vivir.

Los creadores de la película y sus actores quieren una sola cosa: lograr que entre todos reconstruyamos la casita. No entre la familia que perdió su casa nada más. ¡Entre todos!

No es tan difícil. La pica, la pala, el cemento, la magia está ahí.

¡Hagámosle! Todos tendremos un corazón colombiano más hinchado.

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John Didier Rodriguez Marin

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