Editorial de esta semana para Al Día Noticias.                              Mayo 8/22

Por: John Didier Rodríguez Marín  

De película resultó el operativo de extradición del máximo líder y comandante del Clan del Golfo, Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, a la justicia de los Estados Unidos donde lo procesarán por delitos relacionados con el narcotráfico.

Aunque muchos consideraron exagerado el dispositivo de 500 hombres, tanquetas y un helicóptero, la organización armada en esta misma semana demostró la capacidad militar que tiene para hacer daño o intentar un rescate armado de su jefe. Hay que recordar que en el pasado, peces gordos, se han escapado de las manos de las autoridades.

La historia muestra que cayó Pablo Escobar Gaviria, Otoniel y muchos otros bandidos y corruptos porque las leyes espirituales y físicas se cumplen sí o sí como lo advierte el pasaje bíblico de Proverbios 11:21 que dice: “Tarde o temprano, el malo será castigado; Mas la descendencia de los justos será librada”,.

El prontuario de Otoniel, según las informaciones suministradas por fuentes oficiales, permite llamarlo como capo de capos, comparable sólo con Escobar Gaviria y como uno de los más sanguinarios en la historia del país.

Según ese expediente, este hombre es narcotraficante, violador de menores, asesino en serie, responsable de masacres, reclutamiento forzado, y una serie de delitos cometidos en Colombia que no se sabe cuándo va a pagar por ello en nuestro país.

Seguramente Otoniel nunca pensó que lo fueran a capturar porque se sentía muy confiado y seguro en las armas, en el dinero, en sus hombres e incluso antes de irse del país dio nombres de generales del Ejército que hacían parte de su nómina.

Es una pena que desde la misma fuerza pública se permita que estos personajes tomen tanta fuerza y ganen tantos espacios. Las manzanas podridas siempre van a existir. ¿Será que hace falta un mejor proceso de selección de quienes integran los organismos de seguridad?.  Es el gran interrogante que queda. No puede ser que las personas también tengan un precio.

Algo sí está claro, y es que se requiere con urgencia retomar en la familia y en la escuela la siembra de la semilla de los principios que hagan de Colombia un país con una sociedad honesta. No creo tanto que sea por la pobreza o por la falta de empleo o de oportunidades, porque conozco mucha gente que se ha levantado en esas condiciones y han salido adelante. Son un ejemplo de personas.

Lo fundamental es que tengamos presente que lo que uno siembra en la vida eso mismo va a recoger como lo expresa Gálatas 6:7 “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

Así las cosas, procuremos sembrar amor, misericordia, perdón, generosidad, y que en nuestros actos predominen las acciones de bienestar hacia los demás y en ningún momento le hagamos a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros porque tarde o temprano pagaremos las consecuencias de nuestros hechos o disfrutaremos de la bendición del bien que hemos procurado por el otro.

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