Mientras la producción de trigo local es casi inexistente, la de maíz tiene más oportunidades, pero el país es altamente dependiente de las importaciones.
El Gerente General de la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales, Leguminosas y Soya, Fenalce, Henry Vanegas Angarita, dijo en entrevista para Al Día Noticias que el énfaisis del nuevo gobierno de Gustavo Petro de priorizar y estimular la producción de los alimentos facilitará el impulso de los cultivos de ciclo corto, ofreciendo mejores oportunidades para el crecimiento de la agricultura.
Señaló que pese a a que está apuesta podría llevar a la reducción y estabilización de los precios de los productos de la canasta familiar por la buena oferta, en productos como el pan si será inevitable que continue con una tendencia al alza porque se importa el 99.9% del trigo que demanda este renglón de la economía en medio de variables como la revaluación del dolar y el conflicto entre Rusia y Ucrania. “Por todo lo anterior será muy fácil ver pronto que el pan que hasta hace poco costaba 200 y 300 pesos pase a 700”, explicó.
Los agricultores ven el futuro con mucho más optimismo por cuanto creen que la nueva política agropecuaria entregará los instrumentos para reavivar un sector sin rentabilidad y azotado por importaciones.
Vanegas Angarita, dijo que el gremio está expectante de que haya un cambio en la política para catapultar la economía agraria, haciendo mayor énfasis en los cultivos agroalimenticios de ciclo corto ya que hubo una apuesta muy fuerte por los productos agroindustriales con potencial exportador que suelen ser de tardío rendimiento, un ejemplo, cacao, palma, caña y otros que garantizaban expansión y riqueza pero no la suficiente obtención de comida.
No es un secreto que durante décadas el agro colombiano pasó por las más duras pruebas y vicisitudes, fueron los campos escenarios de terribles tragedias puesto que muchos perdieron la vida de manera injusta como consecuencia de una violencia enquistada, llena de odio y desprecio, la misma que despojó labriegos lanzándolos como sobrevivientes a los cinturones de miseria de las grandes urbes en donde igual encontraron rápido deceso. En esa proscripción condenable y propiciada por industrias del crimen, los hombres terminaron, algunos muy mal, ya sin el paisaje bucólico y el olor a pastos o boñiga, sino en inmundas cloacas, en sitios de climas inexorables cuando no, en la tragedia indeseable del entorno carcelario.