Un amigo que se reunió con un grupo de jóvenes de las comunas de Cali me manifestó su profundo dolor al escuchar los relatos de la vida trágica que muchos han vivido. La mayoría de esos muchachos no tienen nada que perder; y por eso están convencidos en seguir luchando así se encuentren con la muerte.
Llevo muchos años trabajando con niños y con jóvenes y lo que he visto es aterrador. Le he dedicado muchas líneas a los múltiples problemas que afrontan. Soy la primera en reconocer las deudas infinitas que tienen con ellos el estado, la familia y la sociedad.
Sé que muchos han vivido una vida llena de violencias que han dejado unas marcas imborrables en el corazón. Reconozco sus exigencias necesarias y legítimas para salir del hueco en que se encuentran. Soy la primera en replicar su voz.
Desafortunadamente la protesta legítima, por culpa de unos terroristas, perdió su razón de ser; y hoy, en lugar de construir un país más justo, más equitativo, se está destruyendo lo poco que nos dejaron los corruptos que tanto critican en sus arengas.
Fueron muchos los que alentaron las protestas y los que celebraron los triunfos de aquellos que tuvieron la valentía de alzar la voz. Pero de esa manifestación ya no quedó nada. Lo que empezó como una protesta pacífica se convirtió en una ola de violencia desbordada al punto que ya nadie ve salida a este caos sin precedentes.
La pregunta que deben hacer lo jóvenes es si continuar en la calle es la solución. ¿Será que lograr unos compromisos con un gobierno que está de salida con un índice aprobación del 18% va a cambiar los rumbos del país? Claramente no. Acá la solución es que lo jóvenes dejen la apatía y participen en las elecciones.
Jóvenes: falta menos de un año para los comicios; su labor más importante hoy, es organizarse para que apoyen proyectos políticos serios y honestos que quieran transformar a Colombia. No pueden permitir que a los cargos de elección popular continúen llegando los mismos rateros de siempre o aquellos que se benefician de la polarización.
Entiendo que existe una inconformidad enorme hacia las instituciones políticas y hacia el sistema electoral, pero ese desánimo hace que las cosas no cambien. No puede ser que siendo ustedes más de 8 millones solo voten alrededor de 3 millones. Para lograr que sus peticiones se conviertan en políticas públicas se deben formular dentro de los planes de desarrollo y en los presupuestos, y esto solo se logrará si participan en estos espacios.
Es fundamental que exijan a los partidos que las estructuras juveniles se fortalezcan, o aún mejor, presenten listas de jóvenes por firmas. Pero para que esto no sea un fiasco, deben organizarse.
En fin, tienen un año para mostrar de lo que están hechos y de ser una fuerza política trascendental que les enseñe a los adultos cómo se hace política de la buena, de esa que se basa en el bien común.
Por: Cristina Plazas